Amanece que no es poco (José Luis Cuerda, 1989)

Amanece que no es poco

Situación: Morencos estaba cavando en el bancal y pensando en la mujer nueva que se había traído el alcalde a su vuelta de Madrid, un pimpollo reventón, ¡vaya un pijo de tía!. Y así sin más, por pecar de pensamiento, le pegó un fogonazo el culo.

En el bar Morencos, qué es intelectual, le explica lo ocurrido tras eso a un no intelectual:

– […] Como tenía la quemazón esa en el culo me pasé por casa del médico para que me echase un vistazo, pero no estaba.
– Estaba con mi padre, que se ha muerto.
– ¡Ah! Pues eso sería. El caso es que su mujer se empeñó en coserme la culera del pantalón y cuando me vio en pelota… Ten en cuenta que los calzoncillos eran de nylon azul, con el fogonazo, ¡fiú!, vistos y nos vistos. Así que al quitarme los pantalones me qudé en bolas. Empezó a meterme mano. Oye, y qué arte, y qué cosa más zorra de tía. Total que me excité. Y con el miedo y todo a arder otra vez no supe decirle que no y… yacimos. Yacimos un ratito, no creas, pero suficiente. ¡Jo! Bramaba. ¡Qué entrega! ¡Qué receptividad! El más mínimo movimiento de mi pelvis actuaba como ganzúa en su sensibilidad más arcana. No sé si me explico. Bueno, pues a los diez minutos que me iba yo a levantar a hacer pis se ha puesto a parir como una coneja y ha soltado dos críos. ¡Mellizos!
– ¿Estaba preñada?
– ¡Qué coño va a estar preñada! ¡Los ha tenido de mí, de mí! ¡A los diez minutos! ¡Mellizos!
– Pues le has dado el día al médico, porque estaba tan contento con lo bien que se le había muerto mi padre. Pero claro, con esto que cuentas ahora…
– ¿Y quién lo iba a pensar? Anda que no me he acostado yo veces son mujeres y nunca ha pasado nada igual.
[…]

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