Un atardecer en la toscana (Jacek Borcuch)

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Título original: Dolce Fine Giornata
Año: 2019
Duración: 92 min.
País: Polonia
Dirección: Jacek Borcuch
Guion: Jacek Borcuch
Música: Daniel Bloom
Fotografía: Michal Dymek
Reparto: Krystyna Janda, Antonio Catania, Lorenzo de Moor, Robin Renucci, Vincent Riotta, Kasia Smutniak

Poco tiene que ver Atardecer en la toscana con Bajo el sol de la toscana, que era una pastelada.
Aquí, no obstante, el entorno es el mismo: las praderas verdes, las brumas matinales, los preciosos pueblos medievales como Volterra, pero aquí no se trata de pintar o colorear una postal preciosista (aunque si buscan en Google, Atardecer en la Toscana encontrarán un aluvión de imágenes), sino ver qué anida en el interior de una mujer, Maria Linde, que frisa los sesenta, poeta polaca y residente en Italia, ganadora del Nobel de Literatura, que asentada en una agriturismo vive con su marido, hija y nietos una existencia aparentemente plácida, aburguesada en el trantrán de los días, con sus ágapes, canutos, fiestas, lecturas, paseos, excursiones…

Un día, el nieto jugando desaparece durante unas horas y lo encuentra un joven y apuesto hombre egipcio, Nazeer, que mantiene un juego de seducción con la poeta.
El clima se enrarece pues hay noticia de que cuatro inmigrantes irregulares han llegado y nadie sabe dónde están, al tiempo que se comete un atentado terrorista en Roma y todos los ojos, inyectados en sangre, se vuelven entonces hacia los extranjeros.

La poeta nota que algo se desgarra en su interior, se produce un desquiciamiento, toda su existencia sale pues del quicio sin saber muy bien qué vendrá. La poeta senecta se convierte entonces en una adolescente díscola, problemática, rebelde, levantisca, más aún después de renunciar al Nobel y proferir un discurso polémico con naturaleza de filípica que traerá cola, en donde equipara la destrucción de un ataque terrorista con una obra de arte. En el contexto poético, tendría un pase, pero luego comprobará que las redes sociales y la globalización hacen que un discurso dicho en un pequeño pueblo de la toscana, una vez viralizado, tiene consecuencias globales, que le afectarán a ella y a su núcleo familiar (las caras de la actriz Kasia Smutniak que interpreta a la hija, son un poema trágico), que se muda frágil cual azucarillo.

Jacek Borcuch nos ofrece imágenes tormentosas aunque abiertas a la intimidad y la reflexión (como el fuego que habita bajo el hielo), a la calma, que plasman muy bien la zozobra que experimenta Linde, su incapacidad para expresarse con su hija, su necesidad de rompe y rasga, su impotencia al comprobar, ella que fue víctima del nazismo, cómo la xenofobia siempre está al acecho, merodeando, aprovechando cualquier momento para colarse en casa ajena de rondón.

Otra línea argumental muy interesante es el amor entre Lide y Nazeer. La necesidad que tiene ella de vivir a través del amor, de despojarse de su edad, de su piel, de su cuerpo, ese que le imponen las seis décadas que tiene encima. Encontrar ese reconocimiento anhelado -no hacia su figura de escritora famosa- sino hacia su persona, la colma y satisface, el amor (metáfora del encuentro de civilizaciones) se explica entonces solo, pero enseguida hay que buscarle sentido a esa situación, a la dicha, cuando la sociedad y sus condicionamientos invaden el espacio íntimo de ellos dos aboliéndolo. Ella que es poeta, escritora, que vive de y por las palabras, finaliza la discusión con un término definitivo: mentecato. Palabra que cifra a la perfección su imposibilidad, el constreñimiento, el de ambos.

La escena final es el broche a una película espléndida, escena que integra la performance, el arte inasible, con lo palpable, que aúne la angustia etérea, la zozobra que reconcome sin encontrar la salida, con lo tangible, el encierro, la cruda realidad, el regreso de los fantasmas, de carne y hueso.

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