La sal de la tierra (Sebastião Salgado)

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A Sebastião Salgado (Aymorés, 1944) lo conozco de sus magníficos reportajes fotográficos que he ido viendo durante décadas en el semanal de El País. Sentía curiosidad por conocer mejor a la persona que hay detrás de tan maravillosas fotografías. Curiosidad que viene a saciar el director Wim Wenders. El documental es austero, Sebastião Salgado habla ante la cámara con el fondo negro donde se realza únicamente el rostro con la cabeza afeitada de Salgado, y éste va dando cuenta de su vida, sus estudios de economía, su trabajo para el Banco Mundial, su casamiento, la idea de la pareja de dedicarse a la fotografía, el haciéndolas y ella colocándolas por los distintos medios de difusión, comentando múltiples fotografías.

La pareja tiene un hijo, luego otro, con síndrome de Down, y todos ven ir a venir a Sebastião Salgado que recorre el mundo de cabo a rabo con sus reportajes, que lo tienen largas temporadas fuera de casa. Sebastião Salgado empatiza con lo que ve, se diluye en el paisanaje local y ahí creo que radica la fuerza que tienen sus fotografías, su sinceridad, pues no hay atisbo de impostura.

Sebastião Salgado registra el mundo durante décadas con su cámara y sus fotografías en blanco y negro y entre las escasas opiniones que vierte hay una que lo resume todo, que viene a decir que nuestra especie es la peor, y lo dice alguien con conocimiento de causa, que ha visto y vivido in situ las migraciones, los éxodos, las sequías, los genocidios: manifestaciones de la peor cara de la naturaleza humana. Harto de tanta violencia, barbarie y muerte, con el alma rota, Sebastião Salgado, cambia a los humanos por la Naturaleza y emprende su proyecto Génesis donde Salgado comenta que el 40% del planeta está igual que el día del Génesis.

Al final Sebastião Salgado se entusiasma con la idea de su mujer de convertir los terrenos de la Hacienda de los padres de Salgado en Brasil, que es un secarral, en un selva atlántica y lo consiguen tras plantar dos millones de árboles.

Salgado es consciente creo, de que sus fotos vivirán más o menos, pero una minucia en comparación con esa Hacienda que pasa a convertirse en Parque Natural y cuyos árboles llegarán a su madurez en 400 años. En cierta medida se cifra ahí una esperanza real, al pasar de la posibilidad a la práctica, al constatar que ciertas cosas son reversibles y que si somos capaces de lo peor también podemos serlo de lo mejor.

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